Al final, terminamos viviendo obsesionados por alcanzar algo que ni siquiera sabemos qué es. La única forma de saber lo que uno quiere hacer en la vida, realmente, es probando cosas diferentes. Yo puedo saber de forma clarísima que me encantan los idiomas y el cine y me gustaría ser directora o doblajista o profesora de teatro y sin duda hay que ser perseverante para conseguir lo que uno quiere y bla bla bla pero también hay que salir de los límites de lo pre-establecido y probar algo diferente. No existe UN camino, un trayecto, sin desvíos, que te lleve a lo que queres. En la vida, la suma de los catetos no da el resultado de la hipotenusa.
Pasamos tanto tiempo en nuestras cabezas, batallando, pensando e imaginando, que uno termina olvidándose de comprometerse con el presente. Nos olvidamos de enfocar nuestra atención en la vida que estamos viviendo, no la que pensamos que deberíamos vivir o nos gustaría estar viviendo. Proyectamos presentes paralelos llenos de expectativas, que nos deja por delante una vida llena de arrepentimientos, desilusiones, rencor y promesas incumplidas. Intentar vivir lo que nos toca, estar siempre atentos a nuevas posibilidades y apreciar las cosas que tenemos. ¿Es tan difícil? Pareciera no serlo y sin embargo, lo es. Nadie puede mantener un estabilidad absoluta. Nadie puede estar preparado para saber lidiar con los obstáculos internos y externos, grandes y chicos, particulares o absolutos.
Extrañar, querer, olvidar, sentir, perder, lograr, batallar, aprender, ignorar, propulsar, enseñar, disfrutar, perdonar y sobre todo, dejar fluir.
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